domingo, 29 de diciembre de 2019

EL TRAJE NAVIDEÑO


Cada año cuesta un poquito más enfundarse en este traje, unos lo llaman disfraz, otros lo llaman obligación... A mí me enseñó mi padre a llamarlo "Espíritu Navideño".

La verdad es que es un traje extraño, parece como si mutara, como si cambiara cada año, pues cada Navidad parece de una talla distinta...

Yo siempre me esfuerzo en ponerme el "traje Navideño" lo antes posible, por mí y por los que me rodean (aunque sin exagerar, que hay quien mezcla Halloween con Papá Noel y tampoco hay que correr tanto... ¡Que no somos el Corte Inglés!).

El caso es que a pesar de mis esfuerzos, cada Navidad el "trajecito" me cae muy distinto, ¡dichosa magia navideña!

Unas veces me está muy apretado, tanto que me ahoga y me siento incómoda, tensa, nerviosa... Deseando quitármelo.

Otras veces me siento como si el traje fuera tres tallas más grande..., Y aunque estoy cómoda con el, me siento rara, descolocada, perdida como una Alicia en un país extraño.

Este año la verdad es que intenté ponerme el traje y... ¡nada! Parecía prestado, como si no fuera el mío, y me hacía sentir culpable, culpable por vestirme así con mi "Espíritu Navideño" una vez más, con todo lo malo que nos rodea y la tristeza o el miedo que a veces nos invaden el corazón. 

Pero me empeñé con fuerza y al final me lo coloqué en su justo momento, ¡y me sienta bien!, estoy cómoda y calentita aunque... noto algo raro, como cuando estrenas una prenda y te molesta la etiqueta. Así que me miro al espejo y me paro a reflexionar, buscando lo que falla. Me miró por delante, por detrás,  y de pronto... ¿será cosa mía o de la magia Navideña? Mi reflejo me muestra una niña de 10 años que... ¿soy Yo? ¡Sí, me reconozco! Mi hoyuelo, mis coletas, ahí estoy.

Y de pronto me siento feliz, muy feliz y ¡ya está! No le doy mas vueltas y me voy a gritarle al mundo, o mejor a cantar villancicos, que es más mi estilo, y a celebrar la Navidad con toda la gente que quiero.

Si a ti también te cuesta cada vez más ponerte tu traje Navideño, te diré dos cosas:

Primero: tú póntelo, y luego ya veremos... ¡Aunque sólo sea para salir en la foto!

Segundo: si te aprieta o te está grande, recuerda que siempre puedes contar con los que te rodean para que te hagan un arreglillo... Que las cosas malas vienen solas, pero los buenos momentos hay que empeñarse en buscarlos.

¡¡Feliz Navidad!!

martes, 22 de mayo de 2018

MADRE NIVEL "TOTAL PRO"


Para situarnos, y por esclarecer un poco el título, a mi entender existen varios niveles en esto de ser madre: 

Nivel 1: Mamma... 
Cuando tus hijos son bebés y sale de su boquita este sonido, se convierte en la palabra más bonita del mundo. Es una palabra mágica, sólo con pronunciarla tu bebé, te hace olvidar que llevas meses sin dormir bien y sin hacer otra cosas que vivir entre bibes y pañales.

Nivel 2:  ¡¡Mami!! 
Ya van creciendo  tus peques, y no paras de oir esta palabra, en serio.... ¡es que no paran!:  Mami, tengo hambre, Mami, tengo sueño, Mamiiiii pipi, pupa, caca, un bicho, un moco... cualquier cosa te la comunican con gran emoción e igual impaciencia.

Nivel 3: ¡Jo Mamá! 
Tus hijos te adoran (aquí es dónde me incluyo hoy por hoy...) y para ellos todavía eres su mamá todopoderosa y admirada, pero a cualquier cosa que les pidas, sugieras o propongas contestan con un Johooo... (hay casos peores en cuanto al dominio temprano de la palabrota, pero mis hijas por ahora están bastante contenidas, gracias al cielo). Básicamente en esta etapa, pasan de la máxima emoción a protestar/refunfuñar, sin previo aviso.

Me consta que hay algunos niveles más antes del Nivel máximo o Nivel "Total Pro", pero de éstos sólo podré opinar cuando me toque, claro. Del nivel catalogado como "Total Pro", puedo hablar a nivel usuaria o sea hija, eso si, porque lo soy desde que nací y me va muy, pero que muy bien. Y es que éste es el nivel: MADRE, todo en mayúsculas y sin resquicio de duda ni peros que valgan.

Conozco este Nivel ya os digo, como usuaria, porque mi MADRE está en él desde hace algún tiempo y desde luego es un título  bien merecido. Por supuesto, hay que pasar con éxito por todos los anteriores niveles, éxito que debe ser avalado presentando los regalos conservados del día de la madre (los mas raros y feos incluidos). Y desde luego, hay que cumplir unos duros requisitos para obtener este insigne nombramiento, como peinar alguna que otra cana, lucir con elegancia alguna que otra arruga y sobre todo, fingir que te encanta cocinar y abrir tu casa para toda la tropa que aparece en en fechas señaladas, porque ya se sabe: a nuestras Madres les encanta tenernos cerca...

El caso es que ésta reflexión sobre cómo va cambiando mi papel como madre, me vino un día viendo la tele (soy sincera, podía haber dicho mientras contemplaba la puesta de sol, pero como esto no es un anuncio de seguros...). Pues eso, que yo antes veía las series chorras de la típica familia americana con hijos, comedietas amables que te hacen olvidar otras cosas no tan amables... Y normalmente me identificaba con la niña protagonista, más tarde con la hermana mayor, y ahora que sigo viendo estas series con mis hijas... ¡Oh no!, ¡¡si ya me veo reflejada en la madre!!
Pues si, ahora ya no hay lugar a engaño, mi irremediable reflejo es el personaje secundario (o ni eso...) de la madre, que patéticamente intenta ser guay y hacerse amiga de sus hijos.

Y digo yo... ¡pues no me da la gana!, ahí esta mi imaginación todopoderosa y gratuita (al menos) que casi siempre puede mas que mi yo adulto, y se planta en jarras y me obliga (bueno, no me suelo resistir demasiado...) a ver todavía las series de Disney Channel y disfrutar  igual que lo hacen mis hijas. ¡Bravo por mí!

El caso es que cuando estás en mi Nivel 3 (¡Jo Mamá!), hay miles de cosas que haces por tus hijos y que no te apetecen en absoluto y desarrollas un plus de paciencia que nunca hubieras imaginado.
Sin embargo, acurrucarnos en el sofá por la noche, mientras vemos una de esas series de Disney (Jessie, Soy Luna, Entre hermanos, Campamento Kikiwaka, o la que toque...) no es para nada algo que haga contra mi voluntad, es más, sueño con que llegue el viernes, hacer unas pizzas y disfrutar de este bendito momento con mi familia, hasta quedarnos sopa y soñar con que se repita este ritual cuantas más veces mejor.

¡FELICIDADES A TODAS LAS MADRES!

martes, 20 de marzo de 2018

MAMÁ REGAÑONA


¡Eres muy regañona!, me dicen mis hijas... y eso se me clava como un puñal de juguete.  Yo quisiera decirles que no, ¡que yo no soy así!, que yo soy chachi, guay y molona; que sólo quiero risas, cachondeo y buen rollo cada día... Pero eso es parte del contrato de ser madre o padre y nadie te lo avisa. Pero es así desde que el mundo es mundo.

¿De qué sirve el Yoga, la tila, la valeriana, la reflexión y la búsqueda de la paz interior si luego estás todo el día regañando?, se te ponen los chacras de punta y a la porra toda la paz, el punto zen o la energía positiva.

Véase este caso práctico: “Cómo llevar a un niño al cole”.

Cada mañana me preparo para un mini “Ironman”, donde he de superar duras pruebas físicas y psicológicas con el fin de conseguir llegar al cole a tiempo con mis hijas. Aunque bien pensado, si pusiera una cámara oculta a grabar, sería más bien un mini Gran Hermano, porque se montan unos dramas en cuestión de segundos que subirían la audiencia de cualquier cadena de TV.

Yo adoro a mis hijas y con respecto a la media, son niñas ejemplares, pero también tienen sus caprichos como todos los niños y niñas, porque es lo normal. Pero por las mañanas, cuando el tiempo vuela, esos caprichos se convierten en durísimas negociaciones para no llegar tarde: tengo más sueño…, ¡no salgo de la cama!, me molesta la luz, mi hermana me ha dicho no sé qué…, ¡no quiero esa ropa!, a mi esos zapatos me duelen, ¡pues a mí me molestan las costuras de los calcetines!, quiero Colacao, pues yo quiero Nesquick, ¡no quiero peinarme!, péiname tú mamá…, ¡ayyy! ¡que pegas tirones al peinarme!!!

Y yo… (como millones de mamás y papás a estas horas), paso durante 60 minutos por todos los estados de ánimo posibles: ¡qué bien he dormido hoy!, umm…por fín viernes, ¡hoy parece que me hacen más caso!, pues no… jolín que ya son y media y no están vestidas, ya me estoy agobiando…, ¡no eso no…porqué lo digo yo y punto!, ya estoy nerviosa… ¡vístete ya! o no coges luego la Tablet, a desayunar venga, vamos, venga, vamos, venga, vamos.  Uffff ya estoy sudando… y sí, ¡sí hay que lavarse los dientes!

Y así, una vez terminada la maratón mañanera, me voy a mi Estudio y llego exhausta, me tiraría al suelo a dormir, a llorar o a patalear.

Eso ellas no lo entienden, es lo normal, lo entenderán si algún día tienen hijos y entonces harán lo que voy a hacer yo en unos minutos:  “… ¡hola! sí mamá estoy bien, sólo cansailla, pero quería llamarte antes de liarme con el trabajo. No sabes lo que me acuerdo de ti cada mañana…

¿Y de nuevo me pregunto…cómo lo hizo ella con cuatro hijos?


P.D. Os contaré más detalles en próximos post…

martes, 24 de octubre de 2017

ESAS PEQUEÑAS COSAS...


Esas pequeñas cosas que odio profundamente:

  • Odio rebañar la tapa del yogur, me siento obligada a hacerlo, pero lo hago deprisa y mal, porque me da coraje... No como esa gente que lo hace concienzudamente y luego dobla la tapa en  varios pliegues perfectos, a ellos no les odio, pero que se anden con cuidadin... por si acaso.
  • Odio profundamente encontrar un pelo en mi comida, aunque se demuestre que es mío, es más, puestos a elegir me atrevería a decir que me da menos asco  encontrarme un bicho (de tamaño pequeño, diminuto claro…). Bueno no, bien pensado odio encontrar objetos que no sean comida en mi comida y punto.
  • Odio que estando parados en un semáforo, se mueva un coche próximo al tuyo y tu crees que es tu coche el que se va hacia atrás. Lo odio, se me rebota el estómago y hasta me mareo como si estuviera en un columpio. Mira que me ha pasado veces, pero no puedo evitarlo...
  • Odio las salas de espera...sin más.
  • Odio cuando te dejan fuera de una conversación, y tu ahí intentando meter baza, pero nada, ¡ni caso oye!
  • Odio cuando se te cae un vaso justo un segundo antes de sentarte a comer, y tener que recoger miles de cristalitos por todo el suelo y la comida ahí enfriándose. Aunque odio muchísimo más, si cabe, cuando lo que se te cae al suelo es un huevo...  No digo más, lo habréis vivido seguro, arrggggg, ¡cagoentoooo!
  • También odio esas noches de verano con el balcón abierto, tu deseando dormirte y los vecinos en la calle, de cháchara hasta altas horas de a la mañana y lo peor es que acabas enganchada a la conversación... Aunque odio muchísimo más que un vecino ronque tan, tan fuerte, que se oiga en mi cuarto, como si estuviera acostado entre mi pareja y yo (pero esto merece capítulo aparte, con muro aislante incluido, y trombón de por medio...).
  • Odio a esos dueños de perros (no a los perros...) que te dicen "¡no hace nada!" mientras su perro te araña y babea los zapatos (no dejéis de leer "Sentido Común" de Daniel Ramos)
  • Y por último (por ahora…) odio, aunque sólo levemente, a esas personas que para hablarte invaden tu espacio vital. Y mientras te hablan y hablan, tú vas dando pasitos hacia atrás, hasta que te chocas con la pared y quedas atrapada irremediablemente… Y no te cuento ya si el interlocutor-invasor lanza perdigones… ¡Ayyyyy!

Y para compensar esta lista chunga y protestona, ¡ahora viene lo bueno!

Esas pequeñas cosas que adoro:

  • Adoro a la gente que huele bien, a limpio, a perfume, a champú... Los adoro, sólo por eso ya me caen bien, ganan puntos en el ranking. Cuando alguien así pasa por mi lado, me entra buen rollo y me alegra el día.
  • Me encanta beber directamente del grifo con la mano, cuando llego muerta de sed, hasta llenarme tanto la barriga de agua que parece que voy a secar la cañería. Siempre me parece que el agua bebida así sabe más rica...
  • Adoro esa sensación que a veces te invade cuando alguien está contándote algo, da igual lo que sea, y de pronto te quedas como embobada escuchando, casi como hipnotizada y ya ni entiendes lo que dice… Sólo quieres que siga con su rollo y continuar con tu "éxtasis mental". Eso sí, tienes que asentir de vez en cuando que si no, se te nota….
  • Me fascina levantarme peinada, o con el pelo más o menos "decente", para que no me asuste al mirarme al espejo. Aunque en mi caso esto sucede una vez entre un millón, ya lo tengo asumido.
  • Adoro a las personas que hacen fácil lo difícil… Si tienes cerca alguien así, cuídalo, mímalo, hazle la pelota, porque vale su peso en oro (lo sé porque tengo la suerte de tener cerca algunos de estos raros especímenes).
  • Amo profundamente una cama bien hecha, y en eso coincido con mi madre y con mis hijas, no hay nada comparable con la sensación de unas sábanas limpitas, bien estiradas y perfectamente colocadas…, es como introducirte en una nubecita y no quieres ni moverte para que no se pierda la magia. Soy capaz de levantarme a mitad de la noche y rehacer la cama, sólo por disfrutar de esta sensación… ¿ a que sí, mamá?
  • Y Por último, me encanta organizar “saraos varios”  liar el follón padre y poder decir al final, citando al gran Hannibal Smith, del Equipo A: “…Me encanta que los planes salgan bien”.

Y tú... ¿qué pequeñas cosas odias/adoras?

jueves, 20 de octubre de 2016

¿Y ahora qué? (Confesiones de una cuarentañera)



Los 40 llegan así, de golpe, sin avisar...pero ¿cómo puede pasarme esto a mí?  ¡Oh no...! Si yo tenía treintaypocos...¿cómo he llegado tan rápido a los cuarenta?

Será una broma... ¡venga ya! Si no me ha dado tiempo a hacer casi nada de lo que tenía previsto, ¡si sigo siendo la misma inconsciente de siempre!

Aunque bien pensado...
Si miro detenidamente esta última década, uff… ¡madre mía! Pues han sido unos años moviditos: trabajos, familia, sueños... Y no me voy a quejar, para nada, pues he de admitir que he conseguido el premio gordo: mi familia, mis hijas, una pequeña empresa, grandes amigos y grandes historias.

¿Y ahora qué? 

Dani venía avisándome hace tiempo y por propia experiencia, de que la crisis de los 40 se sufre con 39, antes del cambio de cifra, porque estás viendo venir lo inevitable. Y yo, que soy muy fan de estas teorías, le di totalmente la razón y feliz de la vida me convencí de que mi crisis estaba siendo muy llevadera, casi como un leve resfriado.

Pero cuan ingenua de mí... la gran crisis, la de verdad, estaba esperando agazapada debajo de mi tarta de cumpleaños (si, si, esa que me salió tan horrible, y todos decían “…no te preocupes, tiene mala pinta, pero está rica”). ¡Ay...!

Supongo que ese día, con la emoción de mi fiestón de los 40 no me di cuenta de lo que sucedía. Porque claro, hice una gran celebración, que hoy día si no celebras los malditos 40 por todo lo alto, te conviertes en un chungo, un viejuno, un triste... ¡Un paria!

Eso sí, me negué en redondo al típico power point interminable, hecho con mucho cariño, no hay duda, pero que me da un mal rollo que no veas porque ves pasar tu vida en fotos como si fuera el final de una peli y no, no, eso no mola nada. (No sé si me dan más grima los powerpoint que duran más de la mitad de la propia fiesta, o los que a pesar de ser de un amigo o familiar cercano, apenas sales tú y si acaso de refilón...).

El caso es que la puñetera crisis llegó y de las gordas...cachis, pero ¿no era ya suficiente con la otra crisis, la del país?  Con mi amiga “cris” a cuestas sigo dando tumbos, los 41 llegaron y de nuevo me pregunto: ... ¿y ahora qué?


(La respuesta a esta pregunta: en los siguientes post, prometo segunda parte)

viernes, 17 de junio de 2016

COMO LAS NUBES DE TORMENTA


Llega rápidamente y te invade, te nubla y te confunde. Al principio sólo es una sensación rara, un poco de mal rollo y piensas que podrás con ello, que todo lo bello y lo bueno que te rodea será suficiente para darte de nuevo la paz. 

Pero en cuestión de segundos se apodera completamente de ti, las negras nubes te rodean por completo y sin apenas poder reaccionar ya tienes la TORMENTA muy dentro. Se instala en tu estómago, te anuda el ombligo, te amarga la boca y te arruga la sien…

Estas tormentas internas han sido analizadas y estudiadas  por los mejores meteorólogos y científicos del mundo, incluso se creó hace años la Fundación Stopanger  (en Wisconsin,  por supuesto) y su prestigiosa beca de estudios.  Pero todavía hoy no se ha obtenido ninguna teoría concluyente.

En mi modesta opinión, y teniendo en cuenta que soy uno de los principales sujetos de estudio (ayer mismo me atacó la nube y me infectó desde por la mañana hasta bien entrada la madrugada…), creo que es completamente inútil buscarle una explicación científica: sucede así sin más, cualquier pequeño incidente por absurdo o simple que parezca, puede atraer a la nube y ya no hay remedio.

Durante todo el día de ayer intenté razonar, analizar y reconstruir cada paso que di durante ese día o el día anterior, sin éxito alguno. Sólo podía sentir en mi un “mal rollismo” inconmensurable, un enfado continuo con todo y con todos los que me rodeaban, casi sentía cómo me crecían los colmillos.

Y así, igual que viene se va… Ya es otro día, el sol brilla en el cielo,  el beso de mis niñas me sabe a gloria, el abrazo de Dani me llena de calma y el optimismo me chorrea por las orejas. ¿Influirá en algo que hoy es sábado?... 

miércoles, 2 de marzo de 2016

CÓMO ME GUSTAN ESAS REUNIONES...


Cómo me gustan esas reuniones de amigos o familia, que de forma improvisada resultan tan agradables que no ves el momento de irte. Esos ratos, escasos y preciosos cuando te encuentras a gusto y relajada, y la energía del “buenrollismo” fluye felizmente entre todos los reunidos.

Y en eso estábamos aquella noche en mi casa, sin prisas, pidiendo unas pizzas que tardarían siglos en llegar, hablando de todo y de nada… (y en lo de hablar, a mi familia no nos gana nadie). Hasta que llegó el momento de las “genialidades”. Lo he bautizado con ese nombre porque supongo que a todos nos ocurre que al juntarte con más de tres personas en modo cool (léase: charla amena y distendida, para el que no sea cool…), llega el momento de las ideas geniales. Ideas para solucionar el país, ideas para solucionarle la vida a un amigo, para hacerte rico, para hacerte famoso…., o bien para ¡salvar al mundo a lo grande!

Y en aquella noche de “genialidades” nos dio por los INVENTOS. Inocentemente empezamos a comentar la noticia de que van a desaparecer los Chupa-Chups Kojak de toda la vida (tristemente para mí y para millones de adictos), eso nos llevó a analizar otros grandes inventos como el del Chupa-Chup: “…que si fue un invento español, que si también la fregona, que si "...¡no veas qué grandes somos los españoles inventando…!” (de algo hay que enorgullecerse cuando brindas, y es que ahora mismo no está el país para mucho orgullo…).

La cosa derivó en proponer cada uno el invento más necesario, egoístamente hablando eso sí, con la condición de que tuviera una mínima posibilidad de poder existir en un futuro medianamente cercano. Y bueno, la cosa no quedó nada mal, ahí va una selección de los mejores:
  •  Jorge comentó que sin duda, lo más útil (aunque no para él desde luego) sería un crecepelo potente, rápido y eficaz. Lo cual generó un largo debate paralelo sobre los intereses económicos de los laboratorios farmacéuticos, que nos tienen engañados con tantas cosas y que…bueno, no viene al caso.
  • Sandra con gran lucidez, expuso la gran aceptación que tendrían unas capsulas para teñir las malditas canas, cosa de la que ya se está hablando entre los grandes de la cosmética (y lo que nos llevó de nuevo al anterior debate de los intereses económicos que da para largo…).
  • Rocío propuso inventar por fin algo para picar que no engorde, pero que esté rico  y sabroso de verdad, no como esas mezclas de “abejorro y colipava” que sacan cada temporada y que no sólo saben a rayos, sino que te dejan el estómago con más hambre que antes. Que si tortitas de arroz, tortitas de maíz, de avena, de trigo…eso sí todo inflado, muy inflado.
  • Dani, variando un poco la línea, propuso un genial invento a cuyo desarrollo llegó después de comentar por encima la evidente necesidad de “teletransportación” a tu propia cama, una vez que te has “acoplao” en el sofá después de cenar. Sin duda, éste fue el más aplaudido por nuestra improvisada comunidad pseudocientífca.
  • Y por fin llegó mi turno, y humildemente diré que mi invento es sin duda el que revolucionará nuestra forma de entender el mundo, la vida, la  política y hasta la factura de la luz… Yo llevo tiempo pensando en una App para el móvil, tengo hasta el nombre y todo: “El Rebobineitor” (si, si veo mucho los dibujos de la tele con mis niñas…) Pero esta App será la caña de España, ya lo veréis.

Os pongo un ejemplo verídico e ilustrativo de sus posibles usos: Hace unos días, en una de esas mañanas en las que el tiempo corre más deprisa de lo normal y la logística para salir de casa y llevar a las niñas al cole no hizo más que jugarme malas pasadas, la gota que colmó el vaso fue meter la mano en mi bolso para coger las llaves y descubrir (entre gritos de estupefacción y cara de “ajopollo”…), que el yogur que guardé para tomármelo a media mañana (¿yo soy así de sana?), se había explotado innundando graciosamente cada uno de los rincones y enseres de mi preciado bolso…

En estas agradables circunstancias y rozando ya la hora límite para llegar al cole, opté por la eficacia, lavé las llaves y nos fuimos pitando. Os podéis imaginar lo laborioso y "divertido" que fue todo el proceso de recuperación del bolso y lo demás…

Y en aquellos momentos se me hizo la luz, me imaginé pulsando mi maravillosa App “El Rebobineitor” (de pago por supuesto…) y seleccionando la opción “5 minutos antes”. Y... ¡ya está!, saco el yogur, lo pongo en sitio seguro y escojo…ummm, ¡un plátano!, seguro que un plátano no me da problemas, porque siempre se puede confiar en un plátano…

domingo, 24 de enero de 2016

REFLEXIONES POST-NAVIDEÑAS


La Navidad…. ¡Ay! la Navidad, tan añorada, tan esperada, tan…. ¿estresante? ¿desconcertante? ¿Corta y larga a la vez?

Ahora que ha pasado algún tiempo, veo que la pasada Navidad ha sido exactamente a mi propia imagen y semejanza: una gran ilusión, un gran desconcierto, un sobre esfuerzo, un despropósito…, en definitiva, una pura contradicción, como yo misma.

En un intento de hacer “balance” de esos días locos, festivos y agotadores, ¡pero ojo! muy valiosos para mí (que no se trata de quejarme ni mucho menos, es solo una reflexión mental), he realizado un repaso, revelador a la par que inquietante:
  • Día 8 de Diciembre: activando el modo Pre-Navideño, alerta pero prudente. El alumbrado de la ciudad y el Santo de mi adorada madre, dónde nos avisa que ya ha preparado la bandeja de mantecaos, son el pistoletazo de salida.
  •  Día 17 de Diciembre: celebrando mi santo, me pongo oficialmente el “Espíritu Navideño” (Ver el post Espíritu Navideño del 15/12/2014), y pienso “…este año no quiero que me pille el toro, voy a disfrutar de los días previos a Navidad, prepararlo todo con calma, planificar las fiestas,  y….”
  •  Día 24 de Diciembre: “…y de pronto ¡Nochebuena!, ¿Cómo? ¿Pero, ya? Con las ganas que tenía de cantar y cantar villancicos (soy mu cansina), pero ahí estoy con un catarro monumental, arrastrándome a base de Frenadol y comida, mucha comida, demasiada comida… Aun así, nos dieron las 4 de la mañana.
  • Días 25, 26, 27, 28, 29: ¡todos vuelven a casa por Navidad! Amigos, familia, catarros, y con la ilusión de aprovechar esos días y ver a toooooodos, iniciamos una vorágine de salir, comer fuera, merendar fuera, ver belenes, cenar fuera…. (desayunar fuera no, porque somos de trasnochar y no madrugar nada en vacaciones).
  • Día 30 de Diciembre: primer aviso “…mamá, tú crees que algún día podríamos quedarnos en casa tranquilitos, yo quiero leer un cuento…” ¡Dicho por una niña de 7 años! Activado el modo: Contradicción total y estado de alerta. Aun así seguimos el ritmo y ahora el resfriado monumental lo tiene Dani.
  • Día 31 de Diciembre: ¿Cóoooomo? ¿Nochevieja ya? No puede ser… Pues venga, vale… Y esta vez nos dieron las 5 de la mañana.
  • Día 1 de Enero: Santo de mi bendito padre, regreso a casa de algunos…pues  ¡cenita de celebración/despedida! ¡Que no decaiga!
  • Días 2, 3, 4: Aunque conseguimos controlar un poco el ritmo y hasta comer algún día en casa, llegaron los días más mágicos del año ¡ya vienen los Reyes! Modo “Paje Real” activado, y con ello un no parar de recados aquí y allá. Ya no sé ni en qué día estoy (¡ojo! sigue sin ser una queja ¿eh? Que hay gente muy mal pensada por ahí, jeje).
  • Día 5 de Enero: ¡La Cabalgata! Qué bonita, qué ilusión para mis niñas. Este año sí fuimos previsores, todo organizado y a las cinco y media estábamos ya en la puerta de Correos, nos situamos en el mejor sitio y eso que íbamos más de ¡15 personas!. Pero hay factores meteorológicos incontrolables por el ser humano… y acabamos como una sopa, chorreando hasta los calcetines y viendo la cabalgata de Madrid por la tele. Eso sí, contra viento y marea los Reyes llegaron…y nos dieron otra vez las tantas y media.
  • Día 6 de Enero: mi regalo de Reyes inesperado fue otro gran catarro (lluvia+frío+saturación= mocos), aunque en todo lo demás sus Majestades de Oriente como siempre, fueron muy generosos. Y a pesar del ritmo frenético, los resfriados familiares y la sobrealimentación… pues llegó la comida de Reyes en casa, y lo pasamos de nuevo genial, y nos dieron otra vez las tantas. Y cuando parecía que todo había terminado…, pues le dimos un toque original al fin de fiestas saliendo los cuatro a la calle para despedir a toda la familia y ¡se cerró la puerta!!!!! Fuera todos sin abrigo, sin llaves, sin móvil, y bueno…solo diré que conseguimos entrar y que me acurruqué en el sillón frente a la chimenea con mi marido y mis niñas, y ¡por fin! no hicimos NADA durante un buen rato.

Como todavía estamos a tiempo: ¡Feliz Año Nuevo a todos!

miércoles, 30 de septiembre de 2015

EL MISTERIO DE LA CHAQUETA DESAPARECIDA



Era verde aceituna oscuro, con botones cruzados, de entretiempo y con bolsillos. Siempre solía llevar un clínex en el bolsillo y a veces, al llegar la temporada de otoño y ponerme de nuevo mi Chaqueta, allí me encontraba todavía el clínex (eso sí, limpito y sin usar, porque era un clínex de “reserva”).

La compré en una de esas tiendas o franquicias o cadenas, que tienen ropa “moderna”, que sirve lo mismo para adolescentes, que para jóvenes o para gente como yo. Y con “gente como yo” me refiero a la mayoría de nosotros, que no acabamos de encajar con ese cliché de mujer-adulta-seria-elegante, sino más bien en una mezcla improvisada de “adultlescente” y “mamaconcomplejodecampanilla”.

Yo me sentía muy a gusto con mi Chaqueta, juvenil, desenfadada y a la vez calentita y confortable. Pero nunca llegué a reparar en todo lo que me aportaba y en el valor real que tenía para mí...

Ya ha llegado el otoño, mañanas fresquitas y mediodías cálidos, el tiempo justo para echar mano de mi Chaqueta. La busco en mi armario, no está en su percha habitual… Sigo con mi rutina mañanera y al rato vuelvo a mirar en el armario…. no está.

Mientras desayuno mi ColaCao (lo dicho… “adultlescente” sin remedio), hago memoria… ¿la he llevado al tinte? No. ¿La he prestado? No. Seguro que está en otro armario… ¿En el de las niñas? No. ¿En el de Dani? No.

Es tarde, cojo otra chaqueta. Por el camino, no dejo de darle vueltas al misterio de la Chaqueta desaparecida, me hacía sentirme tan joven, tan cómoda, tan segura… Estoy intrigada y no me gusta la sensación de no saber en qué momento, dónde y cuándo la perdí. Es como tener un lapsus de memoria o de algo más y eso me da mal rollo.

La echo de menos, quizá no a la Chaqueta, sino a lo que me hacía sentir. O quizá nunca llegué a tener aquella Chaqueta…


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viernes, 20 de marzo de 2015

EL BOLSO DE MARY POPPINS



¿Donde está tu rebeca? Búscala de una vez, porque "tiene que estar ahí"  (famosa "frasedemadre" que merecería un capitulo propio).  En esas estaba yo, regañando a mi hija por no poner la ropa en su sitio, cuando de repente me vino un flash a la cabeza... Espera cariño, le dije con cautela, y me dirigí a mi bolso sumergiendo mi mano en las profundidades del mismo, con la precaución del concursante de la tele, que no sabe qué encontrará en la urna.

Y allí en fondo palpé algo lanudo y suave, ¡la rebeca! Ahí tenía que estar…, me dije a misma tal y como me hubiera dicho mi propia madre, mucho años atrás.

Si es que no tengo remedio, ¿cuantos días llevaría ahí la rebeca? Y lo peor no es eso, porque junto a ella encontré también una factura de la luz, la Monster High de mi niña (La loba), un metro (de los gordos de metal), un botellín de agua caldorra, mi tablet, un zapato de un muñeco, mi Mp4, un rollo de precinto...  Jolin, ¡con razón pesaba tanto el jodío bolso! Que llevo varios días con un tirón en el cuello...

Y por supuesto, no hay que olvidar que a todos estos objetos inesperados, hay que añadir el peso de todo lo habitual y razonable que debe contener un bolso. (Incluido el peso del propio bolso, que no era poco...).

El caso es que estuve varios días reflexionando sobre mi actitud: llevar a cuestas el bolso de Mary Poppins (eso sí, sin su magia), ¿me hace sentir más segura?, o acaso, ¿más preparada para los imprevistos?, o simplemente, como es grande, ¿es un cajón "desastre"?.

El llamado "incidente de la palmera" digamos que fue la gota que colmó el vaso, o más bien el bolso, en este caso: una noche que salimos a ver un espectáculo (esto es necesario, al menos cada dos años…) me dice mi querido esposo, “…oye con las prisas ni siquiera hemos picado algo para cenar. Jolin -dije yo que soy muy fina-, pues es verdad y yo estoy muertica de hambre...  Espera, que creo que puedo llevar algo en el bolso…”.  Y así rescate de uno de los múltiples bolsillos una especie de envoltorio que contenía... ¡Eureka, media palmera de chocolate! Y Dani, que es muy precavido con estas cosas me dijo amablemente: !por Dios!, pero desde cuando llevas eso en el bolso??? Aun así, nos la comimos.

El caso es que los hombres tampoco se libran del llamado “complejo de M. Poppins”, porque el que no lleva una bandolera a reventar que no se puede ni cerrar,  lleva los bolsillos del abrigo más cargados que los camellos de los Reyes Magos. Me dice un día Dani, “… voy a ordenar mi bandolera, que mira lo que acabo de encontrar: una peineta y un pendiente de gitana de las niñas…”. Y de la Feria hace ya un rato largo.

Después de estos graves sucesos, tomé una decisión radical: ahora llevo un bolso más pequeño y ligero, perfecto para llevar lo justo, lo imprescindible. Y todo lo demás…, pues intentaré meterlo en los bolsillos del abrigo, o a ver si a Dani le ha sobrado sitio en su bandolera después de sacar la peineta…

lunes, 23 de febrero de 2015

VIRGENCITA…¡Que me quede como estoy!



1) PARTE I:

Desde hace unos días, me veo en una de esas situaciones de la vida en las que tienes que ser más fuerte que nunca y hacer uso de esa dosis extra de paciencia infinita que todos tenemos de serie.

Sin duda, las estancias en los hospitales no son plato de buen gusto para nadie. Para el enfermo son un calvario se trate de lo que se trate, pero tampoco es nada fácil hacer de acompañante…

No voy a ahondar en las penosas y patéticas deficiencias “tercermundistas” de la sanidad pública de nuestro querido país, pues lamentablemente todos las hemos vivido más o menos de cerca. Tristemente el enfermo, en su situación de indefensión, no tiene otra alternativa que tragar carros y carretas, dejarse llevar y desear lo que el del chiste... "Virgencita, que me quede como estoy...".

Pero en esta ocasión, mis reflexiones y mi pequeño homenaje serán para los acompañantes del enfermo ingresado y esas vivencias de pesadilla que inevitablemente ha de sufrir quien acompaña a un familiar, y normalmente (por lo menos por mi experiencia) las más horribles e incómodas suelen venir siempre del vecino/a o vecinos/as que te toquen en la cama de al lado.

Y eso que, todavía a mis años, y por muchas razones y argumentos de “operatividad” que me ofrezcan las personas que se dedican a la sanidad, sigo sin comprender por qué, en el momento más molesto, triste, dificultoso y a veces traumático de tu vida, tienes que compartir la habitación del hospital con una, dos o incluso ¡tres personas más!

¡Increíble! ¡Inhumano! ¿Cómo podían soportar esa denigrante situación? Dirán en el futuro nuestros descendientes, cuando lean los libros de historia.

Pues sí, así lo veo yo incomprensible, que además de tus dolores y dificultades, tengas que soportar también las del vecino/a...y las de sus acompañantes, familiares, visitas varias etc...

Pero volviendo a mi situación, os pongo en antecedentes: me mareo y/o desmayo al ver la sangre; me dan grima los hospitales, su olor, su calor...; somatizo cuando alguien me cuenta una enfermedad, y odio que me enseñen cicatrices por muy pequeñas que sean.

Aun así, contra todo lo anterior hay una fuerza sobrehumana que hace que puedas con todo eso: el AMOR. Y sé que suena cursi, pero me importa un pito, porque es así, el amor a tus hijas, a tus padres, a tu marido... Te da SUPERPODERES para aguantar todo lo que te echen, aunque te lo echen sin avisar y salpicado de sangre…

Así que, los días de "guardia"(como yo les llamo a mis estancias acompañando a mi padre) me convierto en la mejor actriz del mundo, y es cierto que veo, escucho y vivo muchas cosas "feas" y desagradables pero este es mi mantra: "lo que ocurre en el hospital, se queda en el hospital". Igual que pasa en Las Vegas...

2) PARTE II:

De esta forma, cuando salgo del hospital, sólo me llevo a casa la alegría de ver a mi padre mejorando, y por el camino de vuelta me voy cargando de  nuevo de buena energía con cada cosa bonita que veo y que percibo.

He llegado a un nivel de AUTOCONTROL digno de patentar, y perdón por mi inmodestia, pero es que resulta que tengo un sistema muy efectivo para que no me afecte todo lo que ocurre aquí, en el hospital: tarareo en mi mente la primera canción que se me viene a la cabeza.

Desde luego, este sistema solo lo utilizo en las situaciones extremas e inevitables, las cuales yo no tendría por qué presenciar, ver u oír... A continuación os ilustraré el funcionamiento del “sistema”.

Una tarde estaba yo cargándome de buen rollo y buena energía, mientras jugábamos en familia al Just Dance. Mi hija eligió "La Macarena" para bailar (de eso trata el juego), y a mí me hizo tanta gracia que hasta le gané haciendo el “bailecito”, tan trillado desde hace demasiados años ya...

El caso es que se me quedó en la cabeza la dichosa cancioncica y cuando llegué al hospital sucedieron cosas  digamos... "curiosas":

El “vecino” de turno, compañero de habitación de mi padre, empezó a explicar con pelos y señales su complicada intervención a todos los presentes,  y yo sólo escuchaba: ¡Dale a tu cuerpo alegría Macarena...!"

Más tarde hubo un revuelo en otra habitación, con un paciente muy impaciente el pobre y yo en mi mente: "...que tu cuerpo es pa darle alegría y cosas buenas!

Y la cosa continuó, porque cuando llegó la enfermera para las curas, aunque me salí fuera, sólo escuchaba en mi mente:¡Ay! Macarena, ¡Aaaaay!”

Así que como veis, el sistema funciona, ya se lo he explicado a mi padre para que se le haga más llevadera su estancia aquí. La única pega, como ya le he comentado, es que hay que escoger bien la canción porque si no, se te mete algún sonsonete inapropiado en la cabeza y la verdad, mis felicitaciones a Los del Río por su longevo hit musical, pero ¡no aguanto más a “La Macarena”!, a ver si escucho aunque sea la música del ascensor y cambio ya de estilo jolin...

lunes, 16 de febrero de 2015

HOY NO ME VEO...



Tengo una rara costumbre desde niña: cuando voy por la calle (normalmente cuando voy sola y si no, pues también) suelo ir mirándome en los escaparates, en los portales o en los cristales de los coches, pero sin pararme ni nada, así de refilón, sólo por ir controlando cómo va la cosa y si el aura está en su sitio. No sé en qué momento empezó este hábito, pero me sale sin pensarlo y además lo considero muy útil (tu di que un día sales de casa en pijama, o sin peinar, o sin cabeza…). He llegado a buscar mi reflejo incluso cuando voy en el coche, es ya algo automático.

El caso es que al ver mi fugaz reflejo en un cristal, me siento como más acompañada, más segura y con todo en perfecto equilibrio,  o por lo menos yo lo siento así.

Pero hoy algo no marcha, lo llevo notando todo el día: HOY NO ME VEO… Como cada mañana he salido a hacer mil recados de trabajo y en la primera comprobación de rigor, esta vez en el cristal del parking,  ¡no me he visto! y casi no me había dado cuenta de ello hasta que en el escaparate de la librería tampoco estaba yo…

Sin querer reparar demasiado en ello, pues lo principal era hacer los recados deprisa y volver rápidamente a las tareas que esperan en el Estudio, busco mi reflejo una vez más en la mampara de la zapatería de la esquina, y… nada.

Ahora ya sí…,  la angustia hizo presa en mí, ¿Dónde estoy?, ¿a dónde voy?, ¿por qué tanta prisa, tanta tensión? Las pulsaciones me suben, el corazón se instala en mi garganta y mi estómago se anuda hacia adentro, hasta casi desaparecer en sí mismo.

¡¡Basta!! Me grito en voz baja a mí misma… Y Al final caigo en la cuenta, ¡ya lo entiendo todo, ya sé qué ocurre! Esta mañana salí tan apresurada  de casa y con tanto estrés, que me olvidé mi reflejo colgado en la percha de la entrada.


NOTA para mi agenda del móvil: que no vuelva a suceder esto, si es necesario enviarme mi reflejo por Wassap el día anterior.

martes, 27 de enero de 2015

1,2,3… ¡RELÁJATE!


PARTE I:

Relájate, tómatelo con calma, afloja un poco… Últimamente escucho demasiado estas frases y lo más curioso es que yo también las pronuncio muy a menudo.

Lejos de entrar en el manido debate sobre el estrés y el nocivo ritmo de vida que llevamos, sólo quiero comentar lo que me ronda últimamente por la cabeza: tristemente nadie se libra, ni adultos, ni mayores, ni niños… todos estamos metidos en ese maldito saco del “estrés”.

Mi propia hija, sin saber muy bien el significado, me dijo un día muy seria: mamá por favor no me agobies, que me da estrés. ¡Ojo!, poneros en situación, 8 de la mañana intentando que se ponga los calcetines y tu niña de 6 años te suelta esta perla… (y de estas tengo como para escribir varios post).

Pues me dio que pensar, la verdad. Yo creo que esto del estrés es algo contagioso, ¡si yo misma podría ser nombrada campeona de España de estrés!, pues algo les salpicará a los que me rodean, claro está…  Pero es que por más que intenta una relajarse y tomarse las cosas con calma, no hay forma. Sobre todo cuando el día es tan corto y tu lista de cosas por hacer más larga que un día sin pan.

Por ilustrar mi reflexión, este es el desarrollo de un día normal (para mí y para miles de vosotros, lo sé):  Madrugar para que te dé tiempo de arreglarte decentemente; luchar con las niñas para llegar al cole a tiempo, mientras ordenas un poco la casa; terminar el proyecto de la Web que lleva retraso; hacer los mil presupuestos pendientes y enviarlos mientras  tomas algo porque no te dio tiempo a desayunar;  empezar a diseñar el libro que tenía que estar para ayer; pensar regalo para el cumple del amiguito de las niñas; responder a las llamadas y mensajes de correo; arreglar la gestión administrativa de turno (véase multa, banco, recibo, correos, etc…); recoger a las niñas, pasar por Mercadona a por lo justo y cocinar algo rápido, pero sano y equilibrado;  llevar a las niñas al baile mientras pienso la ruta para ir a la imprenta, visitar a un nuevo cliente, comprar el regalo del cumple y llegar a tiempo para recogerlas… ¿o las recogía su padre?; ir por lo menos un ratico al gimnasio… ¡Ay no! que tengo que ir ooootra vez a Mercadona; rápidamente zafarrancho de ducha, cena y dormir a las niñas; y como hoy las duerme Dani , aprovechar para ducharme y hacer cuatro faenas de casa; y por fin… caer muerta en el sofá (al igual que Dani, pues su día es similar);cenar  y dormirnos alguna serie de la tele.

Y así, sin más ni más, se me acabaron las pilas, finito, kaputt… Yo tirada en el sofá, bajo la manta, en pijama y con greñas. Mis hijas y mi marido preguntando: ¿qué hacemos esta tarde mamá? Y yo: …nada. ¿Y por la noche? Ummm…, nada.  Hoy ya no me quedan fuerzas para hacer nada de nada, y eso fue lo que hice… NADA.

PARTE II:

Cuando  alguien te dice lo de: no puedes seguir así, ¡TIENES QUE RELAJARTE!, pues a mí me da la risa la verdad, porque me imagino al típico mago que con su hipnosis te dice 1, 2, 3…¡RELÁJATE!, y como si fuera tan fácil, tú te sintieras de pronto tranquila y relajadita para todo el día.

Pero como lo del mago no funciona, (y lo digo por experiencia), mientras estaba en mi letargo inducido de sofá y manta, que duró lo justo para recargar un poco mis baterías, me vino a la cabeza una larga lista de “imposibles” que alguna vez seré capaz de realizar y sin cargo de conciencia. 

Hoy he escrito una lista con el top ten de “imposibles”, y pienso imprimirla y colocarle un bonito marco de Ikea, para tenerla siempre presente, desde luego no para hacerlo todo en el mismo día, no estoy tan loca… Ahí va mi lista:

  1. Quedarme unos minutos más bajo el grifo del agua caliente, cantando a grito pelao.
  2. Abrir mi agenda de hoy y tachar tres cosas de la lista de tareas, ya las haré mañana… o pasado.
  3.  Ir paseando al cole con las niñas, aunque nos cierren la puerta y tenga que pedir clemencia para entrar.
  4.  Desayunar sentada, tranquilamente y mojando galletas en Colacao… ¡y entre semana!
  5. Conducir por la autovía sin prisa, oyendo la radio y disfrutando del paisaje con la preciosa Sierra totalmente nevada al fondo (que siempre me la pierdo).
  6. Hablar por teléfono con mi madre, o con esa amiga que está fuera, sin mirar el reloj, ni pensar en que debería estar haciendo otra cosa (o por Skype con mis hermanos).
  7. Tomarme a media tarde una palmera de chocolate recién hecha, como las que me tomaba de niña, ¡aunque no esté en mi dieta!
  8. Ir al gimnasio, con muuucho tiempo por delante, para terminar la clase de spinning y poder nadar un rato en la piscina, entrar en el spa y en el jacuzzi… (ya me estoy pasando, creo…).
  9. Jugar con mis hijas horas y horas, tirada por el suelo con todo desordenado (y no decirles que mami juega a ordenar...).
  10. Y por último, aunque lo más necesario sin duda, irme con mi novio de cervecillas, sin mirar el reloj, y hasta meternos en eso que llamaban cine… ¿Seguirá la de Titanic en cartelera?

Y bueno, espero ir tachando de vez en cuando algún “imposible” de mi lista en un futuro muy cercano. Sé que quizá no me ayude a eliminar del todo el estrés, y que probablemente esto se quede en una de tantas listas que tengo pegadas en el frigo.  Pero lo que sí es cierto es que hacer esta lista me ha quitado un gran peso de encima, y me siento feliz y relajada, con la ilusión de cumplir de vez en cuando alguno de estos “imposibles”.

P.D. Oye… y ¿tu cómo vas de estrés?, ¿te atreves con tu lista? Anímate, seguro que te sienta genial, en serio.

jueves, 15 de enero de 2015

QUE NO SOY DE BICI...


Que no, que no, que yo no soy de bici….

Eso le decía siempre a Dani y es que no me atraía nada lo de enfundarme un maillot que te hace parecer una “morcilla embutida”, ni el molesto casco, ni  para que hablar del sillín, caso de estudio a parte… Nunca entenderé porqué hay que subirse a un sillín tan estrecho y duro que no cabe ni medio culo de tamaño standard y que te deja la entrepierna dolorida para un mes (y eso que soy chica, que los chicos…). Entiendo que le llamen “sillín” porque no llega ni a la categoría de silla y mucho menos de sillón, debería llamarse “sin sillín”.

Pues esta era mi posición ante el controvertido mundo del ciclismo, cuando un precioso día de Reyes me encontré que mi generoso Gaspar me había dejado ¡UNA BICI!, ummm..., ¿una bici?, ¿seguro que es para mí?. Pues sí, era mi regalo de Reyes.

El caso es que cuando la vi detenidamente, empezó a gustarme un poquito más: bici de chica para subirte sin hacer acrobacias; cesta delantera para llevar mis cositas; colores vintage (esto se dice ahora mucho, y queda muy bien); y lo más importante, sillín razonable ¡bien!, del que cabe el culete enterito y además acolchado, que no se trata de sufrir.

Pues ya no había excusas, además debía dar ejemplo a mis niñas, Laura y María, que acaban de aprender a montar en sus bicis sin ruedines ya, y tienen que comprobar cómo su mamá, al igual que papá, no le tiene reparos a ir en bicicleta.

¡Qué cosas!, hacía como veinte años que no montaba en bici y el caso es que no se olvida, lo que sí había olvidado tristemente es la sensación de LIBERTAD y de FELICIDAD. Y ahí voy yo ahora, volando en mi superbici, con la melena al viento, la sonrisa puesta e inevitablemente, tarareando la canción de Verano Azul (sé que es un tópico, pero es una respuesta automática del cerebro de la gente de mi generación, la la, la la, larala….). 

Al pasar junto a una señora, se ha llevado un susto de muerte y hasta me ha regañado: ¡vaya con los niñatos y las bicis!, jajajaaa, de golpe  he rejuvenecido veinte años.

(Conclusión: necesito un timbre.)

lunes, 15 de diciembre de 2014

ESPÍRITU NAVIDEÑO


No suele comer demasiados mantecaos, ni turrones en estas fechas; ni es cansino con los villancicos (como puedo llegar a serlo yo…); ni tampoco es un forofo de la decoración hortera de la fachada de la casa, como ocurre en estos últimos años en algunas casas de nuestro vecindario.

Simplemente le encanta la Navidad. Si por él fuera, inauguraría estas Fiestas mucho antes que el Corte Inglés pero se contiene por prudencia, aunque lo nota dentro de sí desde que empiezan los primeros fríos: es el Espíritu Navideño.

Esta definición wikipédica de “Espíritu Navideño” ya la acuñó mi santo padre cuando yo era bien chiquitica y recuerdo como si fuera ayer cuando en esta fechas señaladas, aunque corrieran malos tiempos, o las penas nublaran su sien; mi padre nos anunciaba: “…es oficial, hoy ya me he puesto el Espíritu Navideño”. Esto significaba para mí, que se acababan los malos rollos y empezaba lo bueno. Ahora con los años, entiendo que mis padres a veces hacían un grandísimo esfuerzo por colocarse aquel traje, que no siempre era de su talla…

A Dani le ocurre lo mismo, desprende todavía esa ilusión infantil por la Navidad y yo se lo agradezco infinitamente, porque así conseguimos cada año trasmitirle a nuestras pequeñas princesas esa Magia Navideña que, aunque suene cursi y manido, es algo que no está en las compulsivas compras de esos días, ni en las exageradas cenas, las excesivas comidas de empresa o las desmesuradas decoraciones…

No sabría muy bien explicar dónde está esa Magia, pero la verdad es que cada año deseo que llegue ese día en que ponemos nuestro árbol de Navidad con la chimenea encendida, los villancicos sonando, las niñas peleándose por poner la estrella y colocando todos los adornos juntos en la misma rama del árbol (como ellas dicen: “a su altura”).  También espero con ilusión añeja, llegar a casa de mis padres y verlos enfrascados en la faraónica obra de “poner el Belén”; las cajas por el pasillo, el serrín esparcido y las figuritas esperando para ser colocadas en su sitio. Porque su Belén es de los de antes, de los de figuras de barro, algunas con un siglo y pico, casitas de madera, musgo de la fuente del Avellano y por supuesto, la figurita del niño flamenco encima del castillo de Herodes.

Tampoco sé muy bien por qué, pero sigo soñando con la noche de Reyes, ese día en el que por decreto milenario, nos reunimos toda la familia (abuelos, tíos, primos, sobrinos….) y luego representamos el mismo teatro cada año al llegar a la casa de los abuelos:  ¿habrán llegado ya los Reyes?..., uy! Pues se ve una luz en el salón! Y… de nuevo la chispa se enciende, la magia funciona y el corazón se me acelera como cuando era niña.

Igual que a mi padre, cada año me cuesta un poco más colocármelo, y por eso te doy las GRACIAS Dani, porque siempre me ayudas a enfundarme ese Espíritu Navideño que tan bien sabes contagiarnos…

¡Felices Fiestas a todos!

viernes, 5 de diciembre de 2014

DESDE EL PLANETA PÚLSAR



Desde esta pequeña burbuja que es mi Estudio de Púlsar, he conseguido abrir una pequeña ventana al mundo a través de este Blog. Desde aquí podré ir vaciando este disco duro que tengo por cerebro, porque me he dado cuenta de que esta presión que siento desde hace tiempo está causada por la saturación de mi propia memoria virtual…

Una tarde, a eso de las siete y cuarto me apareció en la frente una especie de mensaje fluorescente y visible sólo a unos pocos que decía: “loading resource abording error pass, hard disc sucesfully full”. Vamos…, que mi disco duro estaba a tope y me estaba avisando que si no liberaba espacio pronto iba a estallar como una olla exprés olvidada en la vitro.

Se conoce que lo de intentar velar por todo y por todos me estaba pasando factura, pues sin quererlo pretendí ser Superyoly, Superwoman y Supertodo, pero yo también tengo mi limitaciones y necesito echar “pa fuera” todo lo que me oprime para dejar sitio a nuevas ilusiones, nuevos conflictos o nuevas paranoias, propias o ajenas.

Así que, eso es lo que encontraréis por aquí: reflexiones, pensamientos he incluso opiniones que están ahora mismo luchando por salir de esta cabeza mía, para volar libres y llegar a quien los quiera recibir.

En ocasiones puntuales, también disfrutaremos de colaboraciones de alguno de los miembros del equipo de PÚLSAR, que como buenos creativos tienen también el disco duro echando chispas, y será bueno para todos compartir sus reflexiones.


Deseando empezar, me despido ilusionada hasta el próximo post…, desde el planeta Púlsar.