¡Eres muy
regañona!, me dicen mis hijas... y eso se me clava como un puñal de juguete. Yo quisiera decirles que no, ¡que yo no soy
así!, que yo soy chachi, guay y molona; que sólo quiero risas, cachondeo y buen
rollo cada día... Pero eso es parte del contrato de ser madre o padre y nadie
te lo avisa. Pero es así desde que el mundo es mundo.
¿De qué
sirve el Yoga, la tila, la valeriana, la reflexión y la búsqueda de la paz
interior si luego estás todo el día regañando?, se te ponen los chacras de punta
y a la porra toda la paz, el punto zen o la energía positiva.
Véase este
caso práctico: “Cómo llevar a un niño al cole”.
Cada mañana
me preparo para un mini “Ironman”, donde he de superar duras pruebas físicas y
psicológicas con el fin de conseguir llegar al cole a tiempo con mis hijas.
Aunque bien pensado, si pusiera una cámara oculta a grabar, sería más bien un
mini Gran Hermano, porque se montan unos dramas en cuestión de segundos que
subirían la audiencia de cualquier cadena de TV.
Yo adoro a
mis hijas y con respecto a la media, son niñas ejemplares, pero también tienen
sus caprichos como todos los niños y niñas, porque es lo normal. Pero por las
mañanas, cuando el tiempo vuela, esos caprichos se convierten en durísimas
negociaciones para no llegar tarde: tengo más sueño…, ¡no salgo de la cama!, me
molesta la luz, mi hermana me ha dicho no sé qué…, ¡no quiero esa ropa!, a mi
esos zapatos me duelen, ¡pues a mí me molestan las costuras de los calcetines!,
quiero Colacao, pues yo quiero Nesquick, ¡no quiero peinarme!, péiname tú mamá…,
¡ayyy! ¡que pegas tirones al peinarme!!!
Y yo… (como
millones de mamás y papás a estas horas), paso durante 60 minutos por todos los
estados de ánimo posibles: ¡qué bien he dormido hoy!, umm…por fín viernes, ¡hoy
parece que me hacen más caso!, pues no… jolín que ya son y media y no están
vestidas, ya me estoy agobiando…, ¡no eso no…porqué lo digo yo y punto!, ya
estoy nerviosa… ¡vístete ya! o no coges luego la Tablet, a desayunar venga,
vamos, venga, vamos, venga, vamos. Uffff
ya estoy sudando… y sí, ¡sí hay que lavarse los dientes!
Y así, una
vez terminada la maratón mañanera, me voy a mi Estudio y llego exhausta, me
tiraría al suelo a dormir, a llorar o a patalear.
Eso ellas
no lo entienden, es lo normal, lo entenderán si algún día tienen hijos y
entonces harán lo que voy a hacer yo en unos minutos: “… ¡hola! sí mamá estoy bien, sólo cansailla,
pero quería llamarte antes de liarme con el trabajo. No sabes lo que me acuerdo
de ti cada mañana…
¿Y de nuevo
me pregunto…cómo lo hizo ella con cuatro hijos?
P.D. Os contaré
más detalles en próximos post…