Los 40 llegan así, de golpe, sin avisar...pero ¿cómo puede pasarme esto a mí?
¡Oh no...! Si yo tenía treintaypocos...¿cómo he llegado tan rápido a los
cuarenta?
Será una broma... ¡venga ya! Si no me ha dado tiempo a hacer casi nada de lo
que tenía previsto, ¡si sigo siendo la misma inconsciente de siempre!
Aunque bien pensado...
Si miro detenidamente esta última década, uff… ¡madre mía! Pues han sido unos años
moviditos: trabajos, familia, sueños... Y no me voy a quejar, para nada, pues
he de admitir que he conseguido el premio gordo: mi familia, mis hijas, una
pequeña empresa, grandes amigos y grandes historias.
¿Y ahora qué?
Dani venía avisándome hace tiempo y por propia experiencia, de que la crisis de
los 40 se sufre con 39, antes del cambio de cifra, porque estás viendo venir lo
inevitable. Y yo, que soy muy fan de estas teorías, le di totalmente la razón y
feliz de la vida me convencí de que mi crisis estaba siendo muy llevadera, casi
como un leve resfriado.
Pero cuan ingenua de mí... la gran crisis, la de verdad, estaba esperando
agazapada debajo de mi tarta de cumpleaños (si, si, esa que me salió tan
horrible, y todos decían “…no te preocupes, tiene mala pinta, pero está rica”).
¡Ay...!
Supongo que ese día, con la emoción de mi fiestón de los 40 no me di cuenta
de lo que sucedía. Porque claro, hice una gran celebración, que hoy día si no
celebras los malditos 40 por todo lo alto, te conviertes en un chungo, un
viejuno, un triste... ¡Un paria!
Eso sí, me negué en redondo al típico power point interminable, hecho con
mucho cariño, no hay duda, pero que me da un mal rollo que no veas porque ves
pasar tu vida en fotos como si fuera el final de una peli y no, no, eso no mola
nada. (No sé si me dan más grima los powerpoint que duran más de la mitad de la
propia fiesta, o los que a pesar de ser de un amigo o familiar cercano, apenas
sales tú y si acaso de refilón...).
El caso es que la puñetera crisis llegó y de las gordas...cachis, pero ¿no
era ya suficiente con la otra crisis, la del país? Con mi amiga “cris” a
cuestas sigo dando tumbos, los 41 llegaron y de nuevo me pregunto: ... ¿y ahora
qué?
(La respuesta a esta pregunta: en los siguientes post, prometo segunda parte)